En mis vacaciones familiares de verano, las bicicletas son un básico y siempre terminamos recorriendo algunas vías verdes francesas y de nuestro país. Este año hemos podido visitar y disfrutar -entre otras- la Dolce Vía, una de las voie vertes o vías verdes que, con 90 km en el departamento del Ardeche en la Región Auvergne-Rhone-Alpes, es una de las más famosas y seguramente más bonitas de toda Francia.
Lo que más me sorprende de esta y de otras vías en el país vecino, si las comparamos con la mayoría de las Vías Verdes españolas, es la cantidad de grupos familiares cicloturistas intergeneracionales que se ven en ellas. Lugares como la Dolce Vía son escenarios donde pueden compartir espacio y tiempo de ocio en bicicleta distintas familias.
El turismo en bicicleta
Mi percepción es que desde hace décadas existe entre nuestros vecinos europeos una gran afición de las familias por este tipo de turismo y la cultura pro-bicicleta. Esto se observa en varias generaciones y creo que nos llevan mucha ventaja.
No obstante, toda esta gente también es atraída por la calidad de las infraestructuras y la existencia de servicios orientados al turista en bicicleta.
El buen estado de esta vía y la belleza del lugar que atraviesa este antiguo ferrocarril -que comenzó su andadura a cargo de la Compagnie des Chemins de Fer Départementaux en 1886, siendo clausurado en 1968 y recuperado como vía verde en 2006- atraen a miles de cicloturistas cada año y esto conlleva a que se generen cantidad de servicios y equipamientos, produciendo una indudable repercusión económica en estos bonitos valles.
Las familias cicloturistas, algunas con niños muy muy pequeños, eligen estas vías porque son las más accesibles y porque hay oferta de servicios. Es decir, distintas empresas prestan servicios porque existe demanda cicloturista.
Cuidar los negocios locales
Esto es como lo del huevo y la gallina, ¿que fue antes? ¿La demanda o la oferta? En definitiva, estos productos turísticos deben ser una apuesta que se base en colaboración público-privada para favorecer el desarrollo de estas rutas como verdaderos recursos turísticos de un territorio. Además, favorecerán y ayudarán al emprendimiento local en torno a la bicicleta y las rutas. Y lo que es muy importante que debemos tener en cuenta: hay que cuidar como un tesoro cada negocio local que da vida y llena de bienestar a estos territorios y asegura la satisfacción de los viajeros.
Uno de los equipamientos básicos que reclaman estos cicloturistas itinerantes y de largo recorrido en Europa son campings donde, además del sano y divertido ambiente ciclista que hay cada tarde, ofrecen servicios específicos al que viaja en bici.
Por ejemplo, reclaman mobiliario para que los que duermen en tiendas de campaña puedan estar cómodos mientras cenan o descansan; espacios cerrados o carpas por si hay lluvia o hace frío, o algo tan básico como regletas donde poder cargar el móvil y las baterías eléctricas. En algunos hay también un microondas para calentar comidas, así como horarios de recepción ampliados. También he podido ver pequeñas tiendas de alimentación donde el 95 % de los clientes eran personas que viajaban en bicicleta.
Accueil Vélo (Cyclists Welcome)
En Francia hay una marca Accueil Vélo (Cyclists Welcome) para todo tipo de equipamientos turísticos que reconoce a estos establecimientos amigables con los viajeros y viajeras en bicicleta. Es reconfortante ver la reconocida etiqueta verde de certificación cuando te los encuentras. Además, existen muchas empresas de alquiler de bicicletas y recogida de usuarios al finalizar la ruta para llevarlos a su punto de origen para aquellos que realizan excursiones de uno o dos días, pues no todo el mundo viaja de manera itinerante.
En el tema de transporte público en esta vía, hay un servicio regular de autobuses que admite bicicletas para programar la ida o la vuelta hasta el lugar de inicio. Da gusto ver esos autobuses con porta bicicletas en la parte trasera de los vehículos (aunque haya que llamar y reservar en temporada alta).
Y lo que es mejor, existe transporte por ferrocarril en estas vías verdes desde St-Agréve al final de la ruta y en Lamastre al final de uno de sus ramales. Y qué decir del estado de la ruta. Esto es un aspecto fundamental. En Francia, las voie vertes que he recorrido (unas cuantas en los últimos 7 años por todo el país) resultan impecables.
Allí, esta cuestión es primordial, y el mantenimiento se trata como una inversión y no como un coste. Otro tema que me ha gustado ha sido ver pequeñas áreas de descanso. Y por si fuera poco, la existencia de wc públicos basados en una tecnología de economía circular de aprovechamiento de residuos orgánicos y accesibles para todas las personas, incluidas las de movilidad reducida.
Mucho por hacer y mucho por seguir aprendiendo para tratar de mejorar nuestras queridas vías verdes que tan enorme potencial tienen todavía y a las que les auguramos un buen futuro.