En mi post del mes de mayo tratábamos las externalidades de la movilidad y de cómo la bicicleta podía contribuir claramente a solucionar la contaminación, ruido, emergencia climática, siniestralidad, ocupación del espacio público, sedentarismo y falta de verde urbano.
Lamentablemente, estas cuestiones continúan siendo externalidades de la economía, aunque finalmente ya contamos con un primer análisis coste-beneficio relativo a infraestructura ciclista que demuestra la rentabilidad de invertir en carriles bici.
Hace unos días desde el Área Metropolitana de Barcelona se organizó una jornada en la que se presentaron los resultados de este cálculo tan revelador, elaborado desde la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y el Institut Metròpoli.
El análisis coste-beneficio analiza el caso de dos conexiones metropolitanas relevantes para la movilidad activa, ya que se cuenta tanto con espacio para la bicicleta (y VMP) como para la movilidad peatonal. Ambas forman parte de la red Bicivia y se construyeron hace poco más de 5 años. Una de ellas conecta Barcelona con Esplugues y los municipios del Baix Llobregat (1,5km, desde 2018), la otra conecta Barcelona con el polígono industrial más importante en Catalunya, el de la Zona Franca (0,9km, desde 2017).
El estudio analiza los impactos asociados a la construcción de carriles-bici, con relación a:
Mediante conteos automáticos (existentes desde la apertura de las dos conexiones), conteos manuales y encuestas, el análisis determina el número de personas usuarias a pie y en bicicleta durante todo el año 2022, y realiza las proyecciones a futuro.
Se observa que la conexión de Barcelona con Esplugues una tercera parte de las personas usuarias la realizan a pie o corriendo, mientras que en la conexión con el polígono de la Zona Franca no se observan peatones y destaca especialmente el uso de la bicicleta mecánica.
Cabe remarcar el dato de que entre una cuarta y una tercera parte de las personas usuarias de estas infraestructuras provengan del vehículo privado motorizado. Este hecho implica que el cambio de hábitos es posible cuando se habilitan las infraestructuras necesarias.
Los resultados del impacto económico son espectaculares, y, a mí parecer, aun se han quedado cortos, ya que no cuentan la disminución de la siniestralidad como un factor relevante en el cálculo económico ni con el bienestar sobre la salud que representa el uso de la bicicleta eléctrica (es más fácil pedalear, sí, pero se recorren distancias más largas y con mayores pendientes).
¿Pero cuáles son estos resultados tan espectaculares? ¡Aquí van!
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